José de San Martín como economista

El notable legado de José de San Martín nos sigue dejando inmarcesibles enseñanzas. En los orígenes de la independencia americana, la Intendencia de Cuyo (compuesta por Mendoza, San Juan y San Luis) se constituyó en la columna vertebral del Ejército de los Andes. Al asumir el cargo de Gobernador Intendente en agosto de 1814, San Martín desplegó un plan económico que, más que un sistema ortodoxo, fue una ingeniosa economía de guerra, una movilización total de los escasos recursos regionales para una empresa militar de magnitud sin precedentes. Lejos de la “espontaneidad del mercado”, defendida por esa corriente marginal de la economía académica que es la Escuela Austriaca, nuestro libertador creía que el Estado debía ser la mano visible para el desarrollo de las fuerzas productivas.
Su gestión, caracterizada por la inteligencia estratégica, buscó no solo financiar la campaña, sino también asegurar la estabilidad social y el desarrollo de la región cuyana.
Contó con brillantes colaboradores como el Coronel Toribio de Luzuriaga en Mendoza, el Dr. José Ignacio de la Roza en San Juan, y el Coronel Vicente Dupuy en San Luis, quienes fueron los ejecutores de sus órdenes y pilares en su patriótica misión. Mientras San Martín se consagraba a la formación del ejército, Luzuriaga, imbuido de sus enseñanzas, asumía la dirección política y civil de la Intendencia.
Ante la acuciante necesidad de fondos y una tesorería exhausta, San Martín implementó una serie de medidas de emergencia que, aunque no conformaban un sistema rentístico ordenado, fueron vitales para reunir recursos. Su principio rector fue una austeridad extrema y la racionalidad de los gastos.
Los sueldos de todo el personal civil y militar fueron cercenados a la mitad. El propio San Martín cedió la mitad de su haber, aunque posteriormente se le permitió entregar solo una tercera parte para mantener a su familia con decoro. Él mismo afirmó que “nadie ha chistado y todos (según parece) están contentos” con esta medida.
En materia impositiva se impuso un gravamen similar al impuesto a los réditos y un impuesto general sobre el capital de cada persona, basados en un catastro y declaración jurada. Inicialmente, se mantuvo un impuesto extraordinario de guerra sobre productos cuyanos (aguardiente, vino, tabaco) y otros bienes (yerba mate, azúcar). Sin embargo, al percatarse de que obstaculizaba el comercio, San Martín gestionó exitosamente su abolición. Se aumentó el valor del papel sellado y se hizo uso del producto de los diezmos. Además se recaudaron derechos de alcabala, y de pulperías. El Congreso, a pedido del Cabildo de San Luis, aplicó también un real de alcabala sobre el ganado, una contribución sobre el consumo de carne, y para evitar la especulación, se fijaron precios máximos en tres períodos anuales.
El Cabildo abrió una suscripción de donativos voluntarios, que San Martín consideró el crisol del patriotismo. Recordemos que en Carta a Estanislao López, San Martín afirmó que el verdadero Patriotismo consiste en hacer sacrificios. Se impusieron contribuciones forzosas a contrarios al sistema de la libertad, y luego un empréstito forzoso a los residentes ibéricos, con la promesa de “satisfacerlo en mejores circunstancias”. Se ordenó la confiscación y venta de propiedades y bienes de españoles que habían huido a Chile o eran enemigos de la causa. También se apropiaron bienes de hispánicos fallecidos sin sucesión. En conflicto con sectores conservadores de la Iglesia se utilizaron capitales a censo de conventos y cofradías, y las limosnas para la redención de cautivos de los padres mercedarios.
La agricultura, actividad primordial en Cuyo, fue objeto de la previsión del Gran Capitán. En 1814, envió un plan de fomento agrario a San Juan, que derivó en la división de tierras y la apertura de canales de riego (Pocito y Caucete) en el valle de Tulún. Consciente de la vital importancia del agua, dictó en 1815 un bando para regular el riego, asegurando una justa distribución del preciado líquido y exigiendo planos de las fincas para un mejor control. También impulsó la construcción de un canal en el río Tunuyán, que hizo cultivable vastas llanuras y propició la fundación de Ciudad Nueva. Auspició el cultivo y la colonización de tierras incultas, fundando la Villa de Barriales. Incluso, tras la gesta libertadora, anhelaba radicarse en Cuyo como labrador, solicitando una modesta merced de cincuenta cuadras que una petición del Cabildo, en su admiración, elevó a doscientas cincuenta, donación que él rehusó, pidiendo que se destinaran como premio a los soldados.
En otro orden,aunque la agricultura dominaba, San Martín reconoció el valor de la industria, especialmente la vinculada a las necesidades bélicas. La región ya contaba con industrias artesanales de vinos, aguardientes, jabón, dulces y tejidos. Sin embargo, bajo su liderazgo, se impulsaron industrias vitales para el ejército. Curtiembres y talabartería para equipar a las tropas; tejidos de lana y algodón para vestuario; alimentospara el sustento del ejército; y herrería y carpintería, para diversas necesidades. Mitre destaca la creación de una maestranza y armería, un laboratorio de salitre y una fábrica de pólvora en Cuyo, produciendo material de excelente calidad a bajo costo. Prestó también atención a la minería, solicitando a Chile 300 prisioneros de guerra para la explotación de Famatina.
Consideró el aspecto social como parte integral de su plan, buscando el bienestar y la cohesión de la población. Logró la plena ocupación, erradicando la desocupación mediante la creación de empleos. Implementó el control de precios máximos para artículos de consumo básico, especialmente la carne, para evitar alzas injustificadas y especulaciones, y así proteger el poder adquisitivo del trabajador. En cuanto a la legislación laboral, dictó normas para regular las relaciones entre patrones y obreros, declarando el trabajo obligatorio. Por último, en 1814, sancionó un bando para enseñar la aplicación de la vacuna antivariólica, vinculando esta medida sanitaria al aumento de la población y la disponibilidad de mano de obra.
El clásico libro de Bartolomé Mitre, Historia de San Martín y la emancipación sudamericana, y San Martín y el origen del capitalismo argentino, del olvidado Eduardo Astesano, desarrollan en profundidad la concepción económica del Libertador de América. Su genio no solo residía en la planificación, sino en su habilidad para despertar un espíritu de colaboración sin igual en los habitantes de Cuyo. Logró que numerosos artesanos trabajaran gratuitamente para el ejército, y que las mujeres, con admirable patriotismo, confeccionaran vestuarios, equipos y vendajes para el hospital militar.
La brillantez organizativa de San Martín hizo escuela. Su sucesor, Toribio de Luzuriaga, continuó una política económica similar, implementando en 1819 empréstitos forzosos a los españoles debido a la escasez reinante, y a la amenaza de una invasión. Gracias a esta actividad extraordinaria, la intendencia alcanzó un alto grado de prosperidad, con ciudades embellecidas y un notable fomento de la instrucción pública.
José de San Martín fue un planificador extraordinario, cuya gestión no solo financió la libertad americana, sino que sentó las bases para el progreso de la región, dejándonos lecciones que aplicadas con patriotismo, nos sacarían de la actual decadencia.
Por Gustavo Battistoni
(Historiador y escritor firmatense)
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