Aguas subterráneas, hacer visible lo invisible

Aguas subterráneas, hacer visible lo invisible

La Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas de la UNL posee una amplia trayectoria en el estudio de este recurso hídrico vital. Un proyecto destacado fue la implementación de una red de monitoreo de aguas subterráneas en la ciudad de Santa Fe, que permitió descubrir aspectos del funcionamiento del acuífero.
 

Casi la totalidad de agua dulce en estado líquido del mundo es subterránea. Se considera «invisible» porque está bajo tierra, alojada en acuíferos (formaciones geológicas que pueden almacenar cantidades significativas de agua en sus poros o fisuras y transmitirla de modo que se pueda utilizar). Su principal fuente de recarga es la lluvia y la nieve que infiltran en el suelo y se puede extraer por medio de obras de captación, generalmente pozos. Es un recurso hídrico vital. La mayoría de las zonas áridas del planeta dependen por completo del mismo para fines de consumo, riego, producción de alimentos y procesos industriales. También contribuye al buen funcionamiento de los ecosistemas, como ríos y humedales.
“Es por ello que debemos protegerlas de la sobreexplotación y la contaminación que actualmente las acechan, ya que esto puede desembocar en el agotamiento del recurso, el encarecimiento de su tratamiento y regeneración, y hasta en la paralización de su uso. Este año, reivindiquemos el estudio, la protección y la utilización de las aguas subterráneas de forma sostenible para sobrevivir al cambio climático y satisfacer las necesidades de una población en constante crecimiento”, expresa Naciones Unidas en el sitio oficial del Día Mundial del Agua, que se conmemora el 22 de marzo de cada año con un lema específico, siendo en 2022 «Aguas subterráneas, hacer visible lo invisible». 
En la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas (FICH) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) –que también conmemora el Día Nacional del Agua cada 31 de marzo–, las aguas subterráneas son objeto de estudio y de investigación desde los orígenes de la institución. Diferentes grupos de investigación desarrollaron e implementaron proyectos que contribuyeron a posicionar a la FICH como referente en esta temática, tanto a nivel local como regional e internacional. 
En este sentido, un proyecto inédito para la ciudad de Santa Fe fue la implementación –desde el año 2008– de una red de monitoreo de aguas subterráneas, la cual funciona actualmente para medir de manera sistemática niveles y otras variables del sistema, a fin de conocer su funcionamiento y aportar a los procesos de toma de decisiones y gestión de los recursos hídricos.    
“En el contexto de la inundación de 2003, con un notable ascenso de los niveles de agua superficial y un relleno sanitario afectado seriamente por este fenómeno, hubo una preocupante necesidad de saber qué estaba ocurriendo con la calidad de las aguas subterráneas en nuestra ciudad, que en ese momento abastecía para diversos usos –entre ellos el consumo humano– a la mayoría de los barrios del norte de la ciudad. Esto fue principalmente lo que motivó a trabajar en el diseño de una red de monitoreo, ya que hasta el momento no había estudios locales del acuífero para afrontar esta situación. Cuanto menos se puede ‘ver’ el recurso, más difícil resulta interpretar su funcionamiento. Por ello, a través de diferentes fuentes de financiamiento de la Provincia y de la Universidad, fuimos avanzando en la implementación de esta red que, combinada con estudios químicos y técnicas isotópicas, nos ayudó a ‘visibilizar’ y comprender aspectos del acuífero que hasta ese momento no se conocían. Asimismo, continuamos estudiando el norte de la ciudad, especialmente por las actividades que se estaban desarrollando en quintas e industrias, ya que era una zona prácticamente no impermeabilizada y el agua que ingresaba al subsuelo podía llevar algún contaminante al acuífero”, remarcó Mónica D’Elia, docente e investigadora de la FICH que dirige este proyecto. 

El área de estudio

El subsuelo de la ciudad está formado por sedimentos de diferente origen. “El sistema acuífero trabaja como una multi-unidad, pero las formaciones geológicas son distintas. Hay presencia de sedimentos de origen eólico, denominados pampeanos y compuestos predominantemente por limos, arcillas y arenas finas; la Formación Ituzaingó, de origen fluvial, que aloja aguas de buena calidad, y la Formación Paraná, de origen marino, que posee una mineralogía y características diferentes. Asimismo, al estar próximo al río, hay un ‘retrabajo’ de los sedimentos”, detalló Marcela Perez, docente e investigadora de la FICH y codirectora del proyecto. 
Actualmente, la red de monitoreo está conformada por 23 pozos que se encuentran distribuidos geográficamente en todo el ejido urbano de la ciudad de Santa Fe. Su implementación permitió conocer, por ejemplo, que el acuífero posee una recarga local y otra regional, y que tanto la laguna Setúbal como el río Salado son zonas de descarga. 

Extremos hidrológicos

Otro de los proyectos desarrollados por el grupo de las investigadoras tuvo como objetivo analizar cómo variaban los niveles de agua subterránea en relación con los extremos hidrológicos. 
“Esto fue realizado a través de modelación matemática para observar qué ocurriría con el agua subterránea si se presentara una crecida extraordinaria del río Salado o del río del Paraná, o de ambos, o períodos de estiaje pronunciados. En otras palabras, qué pasa con las aguas subterráneas cuando las alturas del río Salado o de la laguna Setúbal están por encima o muy por debajo de su valor medio. También se simularon eventos de precipitaciones extremas que pueden producir importantes volúmenes de recarga. En el caso de crecidas extremas se observó, en distintas zonas del área norte de la ciudad, un anegamiento por efecto del ascenso de los niveles de aguas subterráneas”, comentó Perez. 
Establecer estas relaciones entre las aguas subterráneas y las superficiales ante la variabilidad climática fue posible gracias a las mediciones de niveles en los pozos de monitoreo de la red.  “En períodos húmedos se ha observado un ascenso de niveles en ambos cuerpos de agua. En momentos de sequía como el actual, los niveles de agua subterránea descendieron por la falta de la llegada de agua de recarga al acuífero, acompañando el descenso de los niveles de aguas superficiales. Conocer acerca de estas fluctuaciones de los niveles de aguas subterráneas de la ciudad permite advertir, por ejemplo, afectaciones a construcciones subterráneas. En zonas sin red cloacal, estas variaciones pueden influir en la calidad del agua, ya que si los niveles de agua subterránea ascienden, el agua puede tomar contacto directo con pozos negros y, consecuentemente, con patógenos y compuestos nitrogenados”, agregó D’Elia.  

Pérdidas de agua y georradar

En la actualidad, este grupo de investigación de agua subterránea de la FICH está investigando la recarga natural y artificial al acuífero que subyace a la ciudad de Santa Fe. En particular, la recarga artificial se debe, principalmente, a las pérdidas en las redes de infraestructura: redes de agua potable, cloacas y desagües pluviales, que pueden afectar tanto la cantidad como la calidad del agua subterránea. “Esta situación, además de traducirse en una pérdida económica para la empresa prestadora del servicio de agua potable y saneamiento, también puede aumentar los niveles de agua subterránea y, en el caso de las cloacas, contaminar el agua del acuífero”, señaló D’Elia.
Para este estudio se tomaron como áreas pilotos dos barrios que presentan realidades diferentes en cuanto a la prestación de los servicios: el barrio Siete Jefes, bastante impermeabilizado, con agua potable y cloacas, y el barrio Altos del Valle, con agua potable, pero sin red de cloacas. “Nuestro objetivo es saber cuánta agua de esas pérdidas llega al acuífero y si pueden ocasionar problemas. Asimismo, identificar, a través de técnicas convencionales y la utilización de georradar, sitios donde se produzcan estas pérdidas de manera de ayudar a diseñar políticas y acciones para repararlas y optimizar el uso del recurso. Para ello estamos trabajando en un equipo multidisciplinario, que combina esfuerzos del sector académico, de servicios y de gestión de los recursos hídricos”, apuntaron las investigadoras.