El socialista Albert Einstein Historia El socialista Albert Einstein

Albert Einstein es mundialmente conocido por haber sido un genial pensador, y quien nos proporcionó una concepción novísima para la comprensión del Universo. Pero su aporte al acervo científico no abarca toda su peripecia vital, la de un ciudadano comprometido con la realidad social de su tiempo.
En una primera etapa tuvo una concepción más bien liberal, democrática-burguesa, con algunas opiniones de carácter eurocéntrico, propias de quien había asimilado una tradición cultural valiosa aunque sesgada. A lo largo de su intensa existencia, defendió un ideario coherente, basado en el pacifismo como imperativo ético, la importancia para la paz mundial de la democracia, la crítica del militarismo, los peligros de la técnica cuando está al servicio de un poder irracional, y la necesidad de democratizar la economía, y así evitar la concentración de los recursos en pocas manos.
Los acontecimientos que se fueron desarrollando ante sus ojos en la Europa de la primera mitad del siglo veinte, y en particular la aparición del nazismo, lo llevaron a un replanteo profundo y a una radicalización política en cuanto a su comprensión del capitalismo y al destino de la humanidad. En mayo de 1949, a sus setenta años, y en pleno macartis-mo, con el FBI investigando su vida privada, Albert Einstein, con una valentía admirable, publica en el primer número de la revista socialista Monthly Review, que aún hoy se sigue editando, un artículo extraordinario con el título: ¿Por qué el socialismo?
En este texto, hace una disección del sistema capitalista como una estructura social que promueve la ley de la selva, y parte de un concepto tomado del economista Thorstein Veblen, de que vivimos en una fase primitiva de la sociedad. Solo el socialismo, nos dice, puede “superar y avanzar más allá de la fase depredadora del desarrollo humano”.
Para él, la esencia de una sociedad razonable, es la relación equilibrada entre el individuo y el grupo al que este pertenece, y esto se encuentra en una crisis total por la anarquía de la producción y la competencia exacerbada, con los conflictos y contradicciones en las relaciones sociales que generan.
En esta sociedad desigual, la fuerza de trabajo se encuentra en un estado de absoluta debilidad frente a los dueños de los medios de producción y de cambio. La contradicción básica es que es- tos productores directos, los trabajadores que venden su fuerza de trabajo en el mercado, crean un excedente económico que es apropiado sin retribución por los capitalistas. La competencia feroz destruye a los individuos, y el capitalismo concentra, cada vez en menos manos, los medios de producción que reproducen el sistema social.
En el capitalismo, según el creador de la Teoría de la Relatividad, no hay una autentica democracia sino una oligarquía del capital privado, que domina y controla en forma directa o indirecta también las principales fuentes de información, la prensa, la radio y la educación.
Esto lleva a que los individuos estén enajenados de sus intereses concretos, y que su subjetividad esté dominada por el aparato ideológico represivo dominante. El capitalismo y su sistema cultural hegemónico crea un “sentido común”, que naturaliza un modelo que inevitablemente, tarde o temprano, desaparecerá de la faz de la tierra.
En el capitalismo, dice Einstein, el objetivo de la producción es el beneficio particular, no su consumo social para la satisfacción de las necesidades humanas.”Creo que el peor daño que ocasiona el capitalismo es el deterioro de los individuos. Todo nuestro sistema educativo se ve perjudicado por ello. Se inculca en los estudiantes una actitud competitiva exagerada; se los entrena en el culto al éxito adquisitivo como preparación para su futura carrera”.
Plantea con firmeza: “Estoy convencido de que existe un único camino para eliminar estos graves males, que pasa por el establecimiento de una economía socialista, acompañada por un sistema educativo que esté orientado hacia objetivos sociales. Dentro de ese sistema económico los medios de producción serán propiedad del grupo social y se utilizarán según un plan”.
Entendiendo la irracionalidad del mercado como organizador de la vida social, sostiene: “Una economía planificada que regule la producción de acuerdo con las necesidades de la comunidad, distribuirá el trabajo que deba realizarse entre todos aquellos capaces de ejecutarlo y garantizará la subsistencia a toda persona, ya sea hombre, mujer o niño”.
Es interesante su mirada sobre el desarrollo social basado en el conocimiento: “La educación de los individuos, además de promover sus propias habilidades innatas, tratará de desarrollar en ellos un sentido de responsabilidad ante sus congéneres, en lugar de preconizar la glorificación del poder y del éxito, como ocurre en nuestra actual sociedad”.
Esta visión, empero, plantea, según Einstein, algunos inconvenientes a solucionar. Se deberá combatir la burocratización del poder, mediante medidas que descentralicen la capacidad de decisión. El gobierno deberá ser del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, como afirmaba un eminente estadista. Su socialismo tiene un carácter esencialmente democrático, en la línea política del gran pacifista francés Jean Jaurès.
En el centenario de la visita de Albert Einstein a nuestro país, queremos homenajear no solo a una de las mentes más brillantes que ha dado la humanidad, sino también al luchador incansable que nos legó una ética incorruptible, y que nos debe servir de ejemplo para transitar con esperanza, este momento histórico pletórico de dificultades e incertidumbres.
Por Gustavo Battistoni
(Historiador y escritor firmatense)
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