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La función de Oscar es crucial: la coordinación de los espectáculos recae sobre sus hombros. “Si yo no doy la orden de que empiece el espectáculo, no empieza”, explica. Su equipo, compuesto por técnicos de sonido, iluminación y maquinaria, trabaja de forma sincronizada para dar vida a las obras. Juntos, materializan la visión de cada una, desde ballets que requieren complejas estructuras hasta imponentes óperas. La puntualidad es su sello personal y una ley que cumple a rajatabla: “A mí me dicen que a las 21 comienza y tiene que ser a las 21”.
Su vasta experiencia trasciende las fronteras de Santa Fe. Trabajó en el Teatro Colón de Buenos Aires, donde fue becado en tres ocasiones para el armado de óperas, y hasta participó en montajes en La Scala de Milán y Chile. “Trabajé con mucha gente, me contrataban por el trabajo y la experiencia, y luego todo ese conocimiento lo volqué a lo municipal”, relató.
Testigo de la historia y la evolución técnica
En sus más de cuatro décadas, Oscar vio pasar por el escenario del Teatro Municipal a figuras de la talla de Julio Bocca, Mercedes Sosa, Estela Raval y los 5 Latinos, Moria Casán y Darío Grandinetti, y solo para mencionar algunas de las que en ese momento le vinieron a la cabeza. También fue testigo de la evolución tecnológica del teatro, que, a pesar de sus 120 años de historia, se actualiza permanentemente con iluminación led y pantallas, siempre procurando mantener su esencia original.
Entre sus desafíos más grandes, recuerda el montaje de “El diluvio que viene” en los años 90, con 22.000 kilos de escenografía, que si hoy se ven imágenes de ese espectáculo era exponencial para la época. También destaca producciones locales emblemáticas como “El Espíritu Traidor” y “Luisa Fernanda”, que fueron armadas íntegramente en la ciudad con el equipo municipal y tuvieron más de 40 artistas en escena y una ensamblaje para destacar.
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