La casa está en orden y el Paraná también

La casa está en orden y el Paraná también

Por Carlos del Frade

La casa está en orden…

Aquella frase del presidente Raúl Ricardo Alfonsín, treinta y cinco años atrás, mutaba la identidad de carapintadas golpistas en héroes de Malvinas que tomaron un camino equivocado.

Vendría la ley de obediencia debida y la economía de guerra de Juan Vital Sorrouille. El orden de la casa supuso el principio de un país reglado por las imposiciones del Fondo Monetario Internacional, la concentración y extranjerización de riquezas.

En los años noventa, el presidente Carlos Saúl Menem construyó la colonización del estado nacional a favor de los intereses ajenos al pueblo que lo votó creyendo que era la reencarnación de Facundo Quiroga.

En aquella fenomenal entrega, también quedó en manos foráneas el lugar por donde salen las mayores riquezas producidas por el trabajo argentino, el río Paraná.

Fue el negocio de la privatización del servicio del dragado, balizamiento y peaje. Se conformó una empresa llamada “Hidrovía SA”, compuesta por la belga Jan de Nul y la argentina, EMEPA SA, del contratista Gabriel Romero que se ufanaba de ser amigo de Alfonsín.

Durante un cuarto de siglo la explotación del negocio se mantuvo más allá de los cambios de presidentes y discursos.

El miércoles 13 de abril de 2022, el gobierno del presidente Alberto Fernández, a través de la llamada Administración General de Puertos, adjudicó a la empresa Emepa S.A. la licitación 22/2021, correspondiente al “Mantenimiento de boyas, balizas y spars de la Vía Navegable Troncal”.

“Esto significa que Emepa continuará a cargo de las tareas de balizamiento hasta septiembre de 2022, siempre y cuando no se demore la “licitación internacional” que definirá el responsable de operar la hidrovía hasta 2037”, recuerda el reconocido periodista Mauro Federico.

Agrega que “los Romero´s boys también pretenden retener el manejo de este renglón. Para ello se asociaron con una empresa danesa líder en el rubro: Rhode Nielsen. Y compite contra otros tres grupos oferentes que pulsean para obtener un contrato cercano a los cien millones de dólares, por nueve meses de trabajos…Por su expertisse en estas lides, Emepa lleva las de ganar también en la licitación del dragado, aunque no son pocos los que miran con recelo el sostenimiento de este negocio en manos de un empresario "que jugó feo con el kirchnerismo" durante la llamada Causa de los Cuadernos, donde este empresario con múltiples terminales políticas, declaró como arrepentido”, apunta en su artículo.

Cuando en estos días miles de personas marchen en las calles de Capital Federal hacia el Ministerio de Transporte y también hacia la Bolsa de Comercio en la ciudad de Rosario, lo que estará en juego es esta disputa entre la resignación y la necesidad de recuperar algo de la soberanía económica y ambiental para democratizar la felicidad.

A cuarenta años de la guerra de Malvinas, cuando arrecian los discursos nacionalistas berretas, es indispensable sumar algo más a la repetida consigna “las Malvinas son argentinas”. Claro que lo son. Pero también la Argentina es de la Argentina.

Porque más allá de los dichos del tango sobre que veinte años no son nada, efectivamente en la Argentina crepuscular del tercer milenio, se confirma el orden de la casa semicolonial.

El Paraná y sus riquezas serán propiedad de los intereses extranjeros.

El peaje que se cobra a los casi 5 mil buques que se llevan cualquier cosa y que traen cualquier cosa, es un negocio de 300 millones de dólares y quizás sea eso solamente lo que quede en manos del denominado estado nacional.

Pero el volumen de las exportaciones que se van por el Paraná son 30 mil millones de dólares.

La Argentina, la casa del orden semicolonial, se queda con la centésima parte de lo que producen sus miles y miles de trabajadores.

Pésimo negocio para las mayorías.

Un gran negocio para las minorías que concentran y extranjerizan las riquezas.

La casa está en orden.

El río Paraná, también.